¡Escribe! fue la palabra que uso. Pensando en su tono fue más bien una orden: «¡Escribe! ¡Escribe! ¡Escribe! Y no dejes de hacerlo». No importa que la cama siga desarreglada, ni que los platos sucios sigan en el fregadero. Total como quiera tendrás que hacerlo tú. Y si algo te impide realizar tus labores domesticas, que sea el tiempo que te dedicas a ti.
Nadie recordará lo impecable de la limpieza de tu hogar, ni lo rectas que queden los filos de los pantalones de tus hombres. No recordarán el tiempo récord en que preparas el almuerzo, ni el aroma primaveral que lograste impregnar en la ropa recién lavada. Nadie te hará un monumento por tus destrezas hogareñas. Talvez ni tú misma lo recordarás.
La limpieza de tu hogar se olvidará cuando los amigos lleguen a jugar en el piso. Las arrugas de los pantalones aparecerán nuevamente tan pronto se sienten. El almuerzo será disfrutado tan pronto lo coloques en la mesa. La ropa perderá muy pronto su aroma. Entonces te preguntarás, ¿Ha valido la pena? El tiempo, el amor, los sacrificios realizados, ¿valen de algo?
Es tu responsabilidad y las asumirás con plenitud, pues fue tu elección. Lo que no elegiste fue anularte, fue olvidar lo satisfactorio de tener un espacio para ti. Debes recordar que también para ti hay tiempo. Que solo estando en paz contigo misma puedes brindarle esa paz a los tuyos. ¿Por qué postergarlo?
¿Por qué dejarlo para después? Ahora es el momento. ¡Escribe, escribe, escribe!
Nos olvidamos de nosotras mismas y siempre hay que tener un rato cada día para ti, para cuidarte y mimarte, hacer las cosas que te hacen feliz y lo demás ya se andará.
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El problema es lo rápido que olvidamos sacar tiempo para nosotras mismas.
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Escribir, siempre escribir
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Y si algo falta, seguir escribiendo.
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