Volver a intentar

Siempre los vi como una pareja algo extraña. No sólo por la etimología de la palabra, eran más bien: diferentes.

De esas diferencias en donde ambos se complementan. Ella muy extrovertida, él apenas social. Pero un día llegó la noticia y el matrimonio de tantos años, simplemente se deshizo. ¿Las razones? no valen la pena ahora mencionarlas, simplemente se acabaron más de una década de compromiso, de compañerismo y de amor.

Y tan solo 52 semanas después llegó la noticia. 65 semanas a lo mucho… y ya andaba él anunciando su nuevo amor.

“No es tiempo”, me dijo una amiga. Una compañera en común, que usó su dolorosa experiencia, aún no superada, para expresar su opinión. “No es tiempo aún de que él se vanagloria de esa nueva relación”.

Yo tan enfática como siempre tan sólo llegué a decirle: “Sí. Ahora es el tiempo”.

“Aunque no lo sepas existen divorcios emocionales a lo mejor esto es lo que él necesita para desconectarse totalmente con lo que vivió. Ella ni siquiera las apariencias guardó”. Y es que antes de firmar los papeles definitivos ya exhibía su nueva pareja en lugares comunes.

Ahí quedó nuestro intercambio de opiniones. Fue suficiente para las dos.

Y 6 meses después llegó la invitación. El volvía a casarse. La prometida resultó una mujer muy dócil y sencilla, transversalmente opuesta a todo lo anterior.

No habían pasado, no habían llegado a los 3 meses de feliz unión cuando la ex murió.

¿Quién sabe si eso era lo requerido?

Eso me ha dejado pensando. ¿Podrá a partir de ahora realmente vivir la vida como siempre esperó hacerlo?

¿Habrá sido esa muerte la conclusión que necesitaba para poder olvidar, romper con todo, y reiniciar?

Eso nadie lo sabe, no lo sé yo que soy una simple observadora y a lo mejor ni siquiera tampoco ellos mismos nunca se dieron cuenta de esas cavilaciones mías aquí sentada en el balcón.

¿A lo mejor son de las puertas que cierra la vida de manera tan contundente que te obligan, para exigirte de manera radical a mirar el camino nuevo que se abre ante ti, de romper las ataduras con el pasado y así empezar con todas las fuerzas necesarias una nueva aventura.

Bésame y dime adiós

Bésame y dime adiós. Sin el protocolo que demanda la situación. Sin las promesas triviales de que nunca te olvidaré y fuiste lo mejor que he tenido en mi vida. Solo bésame y dime adiós.

Bésame y dime adiós. Sin exigencias por lo que pudo ser, por lo que nos prometimos y nunca cumplimos. Sin reproches por los pecados del pasado, ni el anhelo de que pudimos ser mejores.

Bésame y dime adiós. Sin canciones de despedidas ni poemas inspirados en la luna.

Bésame y dime adiós. Sin despedidas traumáticas en la sala de espera de un aeropuerto mientras mi silueta se pierde en el atardecer agitando tu pañuelo.

Bésame y dime adiós. Sin tener que separarnos ante un juez y mediante estirados abogados que nada tienen que ver con nuestra historia.

Bésame y dime adiós. Sin terceras personas que contaminen el momento, ni triángulos dolorosos.

Bésame y dime adiós. Sin largas cartas donde se haga un recuento de cada instante maravilloso que pasamos juntos.

Bésame y dime adiós. Sin humillaciones, ni faltas de respeto. Sin odios recién descubiertos, ni agravios intencionados y planificados.

Bésame y dime adiós. Sin una doble vida por ostentar otro amor, sin mensajes de textos en medio de la noche, sin salidas secretas a lugares nunca mencionados, amparados en excusas que nunca existieron.

Bésame y dime adiós. Sin una cita en el mismo restaurante donde cenamos por primera vez, donde los nervios te hicieron manchar mi vestido con vino, donde conectar fue tan sencillo y divertido.

Bésame y dime adiós. Sin una noche, ni una última vez, sin acariciar mi pelo, ni rozarme el cuello, sin apretar tu cuerpo contra el mío en un interminable abrazo.

Solo bésame, dime adiós y déjame ir.