Cuídate de mis silencios

Cuídate de mis silencios cuando dejé de extrañar tus llamadas matutinas, sólo con el interés de desearme buenos días.

Cuídate de mis silencios cuando ya no pregunte dónde estás o si vendrás a acompañarme a almorzar.

Cuídate de mis silencios, cuando no me de cuenta de la hora cuando pises nuestro hogar al amanecer.

Cuídate de mis silencios, cuando deje de preguntar ¿Qué ves?; ¿Qué haces?; ¿De qué trata esa película rara?

Cuídate de mis silencios cuando haga planes para mis fines de semana y tú no estés en ellos.

Cuídate de mis silencios cuando ya no te desee buenas noches y simplemente te de la espalda a la hora de dormir.

Cuídate de mis silencios cuando elija qué comer, qué preparar o qué tomar sin siquiera consultarte.

Cuídate de mis silencios cuando a la hora de vestir no te pregunte cuál vestido me entalla o qué color de pelo acentúa mejor mis ojos.

Cuídate de mis silencios. Es posible que un día mi silencio se convierta en ausencia.

Foto de: Anastasia Kolchina

Desahogo

Sin título

Las heridas de mi alma son diferentes a las tuyas. Tu madurez se refleja en algunos aspectos de tu vida. La mía en otros muy diferentes.

Sobre la vida de pareja, ahí es donde se encuentran mis cicatrices más difíciles. Esas que se quedan por siempre, las que un día cualquiera en tu diario afanar escuchas una canción y te sientes nostálgica sin saber porqué. Cuando viendo las gotas de agua chocar contra el cristal de la ventana, recuerdas algún momento del ayer en que estuviste con él cuando también llovía.

Hay cosas que sólo se entienden cuando se viven.

La traición es fea, te deja un amargo sabor en la garganta. Todo el mal que haces a sabiendas se paga, no en el infierno creado, se paga aquí mismo, en la vida que estamos viviendo actualmente.

Se supone que debía estar preparada para que eso pasara, pero a lo mejor mis deseos de pensar que todo iría a estar bien no me dejaron ver la tormenta que se me avecinaba.

Resultó ser “un amigo de tiempo completo y un amante sólo de medio tiempo.”

Me declaro incapaz de mirarme a los ojos. Me averguenzo a mi misma. No soy capaz de perdonarme mi falta.

¿Qué enseña toda la situación?

Que no encajo en esta sociedad, que mi mayor virtud es siempre cuidar los sentimientos de los demás, aunque nunca sepan cuidar los míos, que mi sinceridad me abrirá infinitos caminos y de la misma manera me cerrará muchas puertas. No encajo porque soy de las que piden disculpas, de las que aún se avergüenzan, de las que siempre están dispuestas a ayudar, sin importar que tanto me hayan herido la persona en cuestión.

Toda esta situación me demostró que no perdía de nada bueno cuando me quejaba de vivir encerrada en mi jaula de oro… por momentos desearía no haber salido nunca.