La historia de mi adiccion (2)

Salí a la sala mientras arreglaba mis ropajes, pero la sangre no fluía eficazmente a su cerebro. Me aprisionó contra una pared y continuo llenándome de besos mientras intentaba quitar el botón de mis pantalones. Con resistencia retrasé su avance. En el forcejeo terminamos en el suelo, revolcándonos. El en pos de desnudarme, yo tratando de evitarlo.

Una llamada lo desconectó de sus intenciones, dándome el tiempo necesario para poner cada botón en su lugar. Solo esos segundos fueron suficientes.

Al volver había regresado la calma e imitándome pasó al baño a refrescarse un poco. Para luego acompañarme en mi partida.

Nunca me había atrevido a referirme a lo que ocurrió esa noche. Posiblemente haya sido miedo a las cosas que descubrí de mi por lo que pasó con él.

Entiendo que ahí inició todo. Creo que ese incidente desencadenó en mí la predilección por ese tipo de encuentros. Desde entonces busco sentirme doblegada y sometida.

Es por ello que a lo mejor por eso siempre regreso. Para que me toque como ese día, que con sus manos inmovilice las mías. Que sus besos dejen rastros de sangre y fuego en mis labios.

El despertó mi adicción, convirtiendo su cuerpo en mi vicio. Me declaro adicta por convicción propia, por el egoísta placer que me embarga sentirlo sobre mí. Lo peor de todo es que ya lo acepto, no me resisto y no me apena confesarlo.

Ya está bueno de escribirles. Con estas líneas me despido. Tengo cita, hace dos meses que no estamos juntos… tiempo suficiente para desatar ese juego que nos place tanto y que mantiene nuestra adicción.

La historia de mi adiccion (1)

El motivo de visitarle fue puramente social, apoyarle en los momentos que vivía. Hacerle compañía, pasar tiempo juntos.

Conocedor de mis gustos me preparó café y sirviéndolo en la sala charlamos sobre los últimos acontecimientos.

La química que permanece aún entre nosotros cada vez se hizo más fuerte y evidente. Con su mirada quitó cada pieza de ropa que cubría mi piel. Evité las insinuaciones de sus frases y esquivé su mano cuando acariciaba la mía.

No fui capaz de prever la intensidad de los sentimientos que le embargaba. Nunca pensé que levantarme a llevar las tazas de café a la cocina desataría toda esa vorágine.

No sentí sus pasos al seguirme. Intempestivamente me tomó de la cintura y apretando nuestros cuerpos, comenzó a besarme con la convicción de que no existía mañana. Lo admito, cedí ante sus besos, no puse resistencia alguna. Me encantó la manera en que sus labios recordaban aún como interactuar con los míos. Me gustó sentirlo conmigo, disfruté lo que me hacía sentir.

Mientras me besaba, sus manos no estuvieron quietas. Hurgaron dentro de mi blusa, buscando mis pechos. Hizo a un lado mi brassier y despertó mis pezones que ansiaban secretamente ese reencuentro. No quedó espacio en mi cuerpo que sus manos recorrieran. Anduvo cada centímetro de mí.

Lo admito, sucumbí ante sus toqueteos en mi piel, sus labios en mi cuello, su aliento en mi rostro. Pero desperté y recordé que carecía de un título que le permitiera esas facilidades.

Le pedí que se detuviera, que le deseaba también, pero no es correcto. Habíamos terminado, esto no debía ser, no quería más heridas mutuas. Siguió besando mi rostro y mis pechos, mientras yo lo alejaba de mi cuerpo.

Continua…