Cuídate de mis silencios

Cuídate de mis silencios cuando dejé de extrañar tus llamadas matutinas, sólo con el interés de desearme buenos días.

Cuídate de mis silencios cuando ya no pregunte dónde estás o si vendrás a acompañarme a almorzar.

Cuídate de mis silencios, cuando no me de cuenta de la hora cuando pises nuestro hogar al amanecer.

Cuídate de mis silencios, cuando deje de preguntar ¿Qué ves?; ¿Qué haces?; ¿De qué trata esa película rara?

Cuídate de mis silencios cuando haga planes para mis fines de semana y tú no estés en ellos.

Cuídate de mis silencios cuando ya no te desee buenas noches y simplemente te de la espalda a la hora de dormir.

Cuídate de mis silencios cuando elija qué comer, qué preparar o qué tomar sin siquiera consultarte.

Cuídate de mis silencios cuando a la hora de vestir no te pregunte cuál vestido me entalla o qué color de pelo acentúa mejor mis ojos.

Cuídate de mis silencios. Es posible que un día mi silencio se convierta en ausencia.

Foto de: Anastasia Kolchina

Volver a intentar

Siempre los vi como una pareja algo extraña. No sólo por la etimología de la palabra, eran más bien: diferentes.

De esas diferencias en donde ambos se complementan. Ella muy extrovertida, él apenas social. Pero un día llegó la noticia y el matrimonio de tantos años, simplemente se deshizo. ¿Las razones? no valen la pena ahora mencionarlas, simplemente se acabaron más de una década de compromiso, de compañerismo y de amor.

Y tan solo 52 semanas después llegó la noticia. 65 semanas a lo mucho… y ya andaba él anunciando su nuevo amor.

“No es tiempo”, me dijo una amiga. Una compañera en común, que usó su dolorosa experiencia, aún no superada, para expresar su opinión. “No es tiempo aún de que él se vanagloria de esa nueva relación”.

Yo tan enfática como siempre tan sólo llegué a decirle: “Sí. Ahora es el tiempo”.

“Aunque no lo sepas existen divorcios emocionales a lo mejor esto es lo que él necesita para desconectarse totalmente con lo que vivió. Ella ni siquiera las apariencias guardó”. Y es que antes de firmar los papeles definitivos ya exhibía su nueva pareja en lugares comunes.

Ahí quedó nuestro intercambio de opiniones. Fue suficiente para las dos.

Y 6 meses después llegó la invitación. El volvía a casarse. La prometida resultó una mujer muy dócil y sencilla, transversalmente opuesta a todo lo anterior.

No habían pasado, no habían llegado a los 3 meses de feliz unión cuando la ex murió.

¿Quién sabe si eso era lo requerido?

Eso me ha dejado pensando. ¿Podrá a partir de ahora realmente vivir la vida como siempre esperó hacerlo?

¿Habrá sido esa muerte la conclusión que necesitaba para poder olvidar, romper con todo, y reiniciar?

Eso nadie lo sabe, no lo sé yo que soy una simple observadora y a lo mejor ni siquiera tampoco ellos mismos nunca se dieron cuenta de esas cavilaciones mías aquí sentada en el balcón.

¿A lo mejor son de las puertas que cierra la vida de manera tan contundente que te obligan, para exigirte de manera radical a mirar el camino nuevo que se abre ante ti, de romper las ataduras con el pasado y así empezar con todas las fuerzas necesarias una nueva aventura.