Entre partituras

Casi han pasado dos décadas desde la última vez que nos vimos. Éramos dos adolescentes más del montón, con todo el ímpetu de dos locos inexpertos, creyentes de conquistar el mundo, con solo desearlo.

Ya no somos esos dos niños. La cruel realidad de la vida de adultos nos arropó y perdimos en el exterior toda la fuerza que nos caracterizó. Tú marcaste tu rumbo hacia el norte, el tercer mundo no era suficiente para tus sueños de grandeza. Yo me quedé en mi isla, lejos de la costa, pero anhelando siempre la inmensidad del mar.

Un día cualquiera regresaste a mi, de la manera menos esperada.

Una canción de tu autoría se destacó en una premiación internacional. Me sorprendió mucho. No pensé que tu afición de juventud estaría presente a la hora de cumplir tus cuarenta.

Esa misma noche busque la canción homenajeada. Escucharla no fue suficiente para mi, era necesario leer lo que habías escrito. A ti te conozco, te sigo conociendo bien. Más de lo que yo misma recordaba.

Tanto te conozco que se que estoy en algunas líneas. No hace falta que menciones mi nombre, ni mis señas de identidad. Lo sabes y lo se.

Hay cosas tuyas y mías que nadie conoce ni conoció; tan nuestras que marcaron nuestro ayer sin repercusiones extremas 20 años después. Delicados matices que forjaron nuestros caracteres, nuestras esencias.

Quedan vestigios minusculos, no de una relación, pero si de nuestra amistad. Sigue existiendo nuestra afinidad.

Me alegra tu éxito, sea cual sea el termino correcto a emplear.

Para finalizar me toca confesarte que la historia no terminó ahí. Encontrarte se ha vuelto un pasatiempo ocasional saber de las cosas que escribes en las plataformas virtuales. No preciso decir presente, ni dejar huellas de que estuve por ahí. Me basta con leerte y saber que sigo estando allí.

Bésame y dime adiós

Bésame y dime adiós. Sin el protocolo que demanda la situación. Sin las promesas triviales de que nunca te olvidaré y fuiste lo mejor que he tenido en mi vida. Solo bésame y dime adiós.

Bésame y dime adiós. Sin exigencias por lo que pudo ser, por lo que nos prometimos y nunca cumplimos. Sin reproches por los pecados del pasado, ni el anhelo de que pudimos ser mejores.

Bésame y dime adiós. Sin canciones de despedidas ni poemas inspirados en la luna.

Bésame y dime adiós. Sin despedidas traumáticas en la sala de espera de un aeropuerto mientras mi silueta se pierde en el atardecer agitando tu pañuelo.

Bésame y dime adiós. Sin tener que separarnos ante un juez y mediante estirados abogados que nada tienen que ver con nuestra historia.

Bésame y dime adiós. Sin terceras personas que contaminen el momento, ni triángulos dolorosos.

Bésame y dime adiós. Sin largas cartas donde se haga un recuento de cada instante maravilloso que pasamos juntos.

Bésame y dime adiós. Sin humillaciones, ni faltas de respeto. Sin odios recién descubiertos, ni agravios intencionados y planificados.

Bésame y dime adiós. Sin una doble vida por ostentar otro amor, sin mensajes de textos en medio de la noche, sin salidas secretas a lugares nunca mencionados, amparados en excusas que nunca existieron.

Bésame y dime adiós. Sin una cita en el mismo restaurante donde cenamos por primera vez, donde los nervios te hicieron manchar mi vestido con vino, donde conectar fue tan sencillo y divertido.

Bésame y dime adiós. Sin una noche, ni una última vez, sin acariciar mi pelo, ni rozarme el cuello, sin apretar tu cuerpo contra el mío en un interminable abrazo.

Solo bésame, dime adiós y déjame ir.