Fidelidad

Y después de la fiesta, el bizcocho, el vestido, los invitados y los regalos. la luna de miel, la organización del nuevo nido de amor… entonces llega el momento de la verdad. Cuando nuestras vidas se vuelven costumbres y terminamos con la odiosa rutina mudada entre nosotros dos.

Poco a poco regresamos a adaptarnos al mundo que dejamos, sólo que ahora llevamos la diferencia de que estamos casados.

¿Por qué ser fiel? ¿Existe alguna excusa que rompa la promesa de amor eterno y nos de permiso para faltar a nuestro compromiso?

Una pregunta llega, luego otra y cuando menos te das cuenta todo se convierte en una bola de nieve cada vez más grande ¿Cómo mantener la fidelidad en el matrimonio?

Lo admitas o no ahora te toca defenderte de tus propias ideas. Y encontrar dentro de la misma aburrida rutina, inspiración para no fallar.

Amar sin libertad

Él se enamoró de ella, inmediatamente la vio. Destacaba entre todas las rosas de ese jardín.

Desde ese día se encargó de cuidarla. La visitaba a diario. Ella causaba la envidia de todas las de su especie. Ninguna había sido objeto de tantas atenciones y detalles.

Un día no aguanto más la distancia. Y queriendo honrarla a cada momento, decidió llevársela a casa.

Un frio y fino jarrón se convirtió en su nuevo hogar. A diario se encargaba de ella, le cambiaba el agua, evitaba que el sol la quemara, pero la ubicaba de manera tal que los destellos del astro rey le acariciaran los pétalos sin dañarla.

Tal era su ensimismamiento que las horas se le pasaban en plena contemplación de su belleza única.

Un día, al despertar, se encontró con una pesadilla. Las cosas no eran igual. Todo había cambiado. Y ya era muy tarde para volver atrás.

Su rosa había muerto. La adoración que le profesaba no le permitió ver más allá de lo obvio.

Su rosa había muerto. Estaba marchita, desgastada, sin los hermosos colores que la hacían única, especial y diferente.

Fue muy tarde para entender, que lo que la hacía especial no era la soledad, ni el aislamiento. Era su jardín lo que hacía que destacara, que lograra brillar con luz propia.

Fue en ese momento en que entendió que, al quererla cuidarla exclusivamente, la había desahuciado, haciéndola sufrir una lenta agonía. Agonía que se convirtió en su sentencia de muerte.

Y es que el amor sin libertad se convierte en extinción.