Es emocionante amar a escondidas. Que nadie se atreva a negarlo… amar nos alegra la vida, pero amar a escondidas realmente nos activa la existencia.
Vivir cada día con una dosis extra de adrenalina nos motiva a encontrar una manera distinta de manejar la rutina. Estar en el mismo espacio, pero debiendo ser incapaces de vernos.
Esas conversaciones vanas que tenemos entre los grupos sociales. Ese beso público en la mejilla, mientras que me sujetas fuerte y discretamente del brazo al ayudarme a bajar las escaleras.
Ese afán infructuoso de esquivar las miradas. Las excusas tontas para alargar los momentos que debemos estar juntos.
Citarnos lejos de las personas conocidas y de los lugares comunes, con tal de tener la libertad necesaria de poder abrazarnos y tomarnos de las manos sin vergüenzas. Siempre buscando el pretexto idóneo para retardar el momento de la separación.
Que cambies el vehículo para recogerme en la plaza y ocultarnos de miradas hostigadoras poder tocarnos con furia retrasada, besarnos sin pudor y amarnos como dementes.
Luego regresar a la realidad, a las reuniones de oficina, almuerzos de negocios, solicitudes de compras y cartas a los gerentes regionales. A ser compañeros de oficina y nada más.