«¡Necesito paz y tranquilidad!».
Eso me gritó segundos antes de cerrar la puerta y con el estruendo que provocó, salir de nuestra casa y de mi vida.
Sí piensas que me quedé llorando como magdalena tirada en el suelo, te equivocas. Permanecí justamente en el lugar donde estaba parada antes de que el huracán se desatara, sólo preguntándome como rayos un simple recordatorio de los pagos pendientes del hogar provocaron tan teatral escena.
Hace días que se largó magistralmente y aunque la decepción y la tristeza han llenado los huecos que dejó vacíos, se que todo irá bien.
No se cuando, no se cómo, no se por qué, se que un día recordaré toda esta situación y reiré por la manera tan histrionica en la que se marchó.
Lastima y pena de las almas de quienes buscan en un plano material aquellas cosas que no son capaces de desarrollar en su interior.