Vivir te obliga a tomar decisiones. Y si vamos a elegir lo menos que podemos hacer es elegir la que en el momento representa la mejor opción posible. A veces la más difícil es precisamente aquella que mayores beneficios nos ofrece a largo plazo.
Lo irónico es que pasamos el tiempo buscando opciones idóneas fuera nosotros mismos. ¿Por qué basar nuestras ilusiones en alguien más? ¿Por qué permitir que nuestro futuro sea determinado por los dados que alguien más lanza?
Ya está bueno. Si te vas a lanzar al vacío que sea por tus sueños. Si vas a apostar tu cabeza, que sea por tu porvenir. Sin rayar en egoísta, que seas tú misma la inspiración de tus decisiones.
Que tu dicha sea determinada por los pasos que marcan tu andar. Que cada mosaico que forme el camino debajo de tus pies esté ahí porque así lo elegiste tú. Sólo con esta manera de actuar quedaremos satisfechos con nuestro futuro. Que cada derrota sea resultado de una mala elección, pero que sea tuya exclusivamente.
Ahora bien, debo aclarar que este estilo de pensar y actuar no determinará tu éxito profesional o tu holgura económica. Lo que sí te brindará es la íntima y personal satisfacción de haber dejado tu perfume en alguna rosa, que tus huellas sigan siendo parámetros de existencia, de haber escrito la historia de tu vida a tu manera.