La Falta de Comunicación en la Era de las RRSS

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Declaro mi ignorancia… hay cosas que sencillamente no entiendo. Por que el afán de complicarnos tanto la corta vida que tenemos.

Hemos perdido el correcto arte de la comunicación. Irónico. Ahora que tenemos las actualizaciones de la vida de nuestros amigos en el muro de Facebook, seguidores que nos envían mensajes de 140 caracteres en Twitter, hermosos filtros para nuestras fotos en Instagram, canales para videos en YouTube, perfiles profesionales en Linkedin, imágenes de gran tamaño en Pinterest, nos geolocalizamos con Foursquare y si queremos vernos mientras hablamos, iniciamos sesión en Skype… y quien sabe que nueva red social se pondrá de moda mañana… como por ejemplo Snapchat.

Ya no hace falta enviar sms ni requerimos tener fondos en nuestro plan de voz para llamar, tenemos Whats App, Line, Hangouts, Textgram… perdonen los usuarios que tengan alguna otra que haya olvidado. Ahhh eso si contar los variados números telefónicos de contacto que también poseemos. El móvil personal que nunca olvidamos en ningún lugar, el teléfono local que solo usamos los fines de semana que nos quedamos en casa y cuando tenemos que monitorear a los niños, el teléfono de la oficina, el otro móvil que nos asigna la compañía y que nunca debemos dejar de contestar, y a veces aprovechamos, no sé donde radica el beneficio, la oferta de nuestro proveedor y nos enganchamos otro aparato móvil, ya sea porque el plan resultado más barato o el aparato más moderno.

¿Hasta dónde llegaremos? Se supone que todas estas facilidades comunicacionales buscan mantenernos en «contacto» con los nuestros, cortar distancias… más el resultado final es ABSOLUTAMENTE contrario.

A mayor inclusiones en redes sociales o aparatos de comunicación, más lejos y menos presente estamos en la vida de los seres que amamos.

¡Qué triste resulta este resultado! Acercamos a los que están distantes pero alejamos a los cercanos.

¿Dónde quedaron los cafés al atardecer? Esos mismos que usaban las damas para alejarse un poco de sus realidades y charlar entre amigas. Al salir del trabajo y antes de llegar al hogar, para comentar las últimas travesuras de los chicos, o los proyectos con los esposos.

O aquellas que aún estando en la universidad llegaban a contarse a las amigas los mismos chismes que habían presenciado juntas horas atrás. Que relajante resultaba ira al salón de belleza a actualizarse de las vidas de las celebridades, presentadores de televisión, artistas y socialites.

Nuestra vida actual es triste. Cada quien vive amarrado a una pantallita, sea del móvil o de la tableta. Ausentes de la realidad que no rodea.

Tenemos mayor conocimiento e información de los atentados de Bruselas y del viaje de Obama a Cuba que de los planes de gobierno de los políticos que aspiran a abastecerse de las arnas del Estado durante los próximos años.

¡Qué ironía! Tenemos un mayor flujo de información al mismo tiempo que carecemos de esta.

Relato de mi Aventura Amorosa

Primero debo ofrecerles mis disculpas por la tardanza en la publicación de este post. A veces es mejor no avisar, pues las complicaciones del día a día tienden a envolvernos de forma tal que impiden que cumplamos. He aquí el relato de mi “Aventura Amorosa”.

Confieso que la idea fue mía. Él fue capaz de ceder para hacerme feliz, yo sentía que no siempre debía hacerlo él, así que la idea de hacer la sesión de fotos de nuestra boda en el Pico Duarte, era mi manera de decirle lo importante que es.

No soy atlética, más esta aventura hizo que me diera cuenta que mi cuerpo necesita más atención y no solo mi cabellera.

El viaje vale la pena. Las vistas son magníficas. Las subidas pesadas. Las bajadas largas. Los montes interminables. El frio eterno. El agua de los ríos exquisita. La naturaleza te arropa a cada momento. Es el tipo de experiencia que recomiendo vivir, al menos una vez en la vida.

Las duchas están restringidas a una diaria. Primero porque pasas al menos 10 horas diarias caminando. Segundo la temperatura de las aguas de tal que piensas varias veces antes de bañarte. Eso sí, confieso que todo el cansancio corporal desaparece al meterte en estas heladas aguas. La única técnica viable es no pensarlo y simplemente sumergirte.

En esta isla presentamos un clima subtropical, con una temperatura promedio de 25° centígrados, así que enfrentarse a temperaturas entre 2 y 8 grados Celsius no es nada agradable ni fácil de manejar. El ambiente caribeño y tropical que predomina en mi país por eso enfrentarnos a temperaturas frías no es común.

Admito que sola no hubiese podido terminar todo el trayecto. Cada vez que mis rodillas falseaban por el cansancio y el uso constante, podía contar con “Paloma”, “Morena” y “Federico” (a este último lo bautice así, pues nadie conocía su nombre). Tres mulos que me llevaban sobre su lomo para avanzar más rápido. Fueron tantas las ocasiones que ya conocía la técnica de como montarlos.

Dormir tiene trucos. Los pisos de madera resultan más cómodos que los de cemento. Tuve que improvisar una almohada con la ropa que había llevado.

La ruta consta entre 60 y 70 kms., pero están medidos en forma lineal, cabe destacar que lo menos que tiene el terreno es linealidad.

Llega un momento en que simplemente caminas de forma mecánica, sabes que tienes que hacerlo, pues al detenerte te retrasarías y tardarías más en descansar.

Las rodillas de varios miembros del equipo (incluidas la mías) hicieron que cambiáramos la ruta original. Nos quedamos dos días en uno de los puntos a descansar, pues el camino de bajada lo haríamos en un solo día. Fue en ese lugar, en Compartición, donde logramos interactuar de manera real con el ambiente que nos rodeaba.

Hicimos caminatas, turisteamos en el lugar, disfrutamos de amaneceres hermosos, respiramos un aire completamente puro, durábamos mucho tiempo alrededor de la fogata charlando y conociéndonos. Hasta me anime a completar la sesión de fotos que estaba pendiente.

¿Qué más puedo decir para transmitirles toda la experiencia vivida? Solo puedo dejar ante ustedes imágenes que ahora complementan mis recuerdos.

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