Las veo y no las reconozco. No quedan de ellas más que sombras marchitas, copias desgastadas de lo que fueron alguna vez.
¿Dónde quedó la fuerza y el ímpetu que destacaban en sus personalidades? Justamente lo que más admiraba de ellas.
Qué triste me resulta ver que ha desaparecido su esencia, tal como escurre el agua en las manos, como la llama de una vela cuando es apagada.
Anhelo encontrar en sus ojos ese brillo que las hacia especiales, únicas.
Se han dejado envolver en la rutina de los imprevistos desagradables con los que las vida nos tranca el juego. Estan acorraladas y no lo saben.
Que nuestros años fueran minutos y después de una hora estaríamos como ella. Implacable el tiempo amiga. Besos y rosas.
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