Después de pasar tiempo pensándolo, aceptó la propuesta de sus amigas. Total. A final de cuentas, empataba o ganaba. Las llamó y concertó la cita para el próximo viernes.
A la hora pautada se encontraba en la calle esperando a que pasaran a recogerle. Escogieron un bar de la zona más chic de la ciudad. Solo para lanzarse a la apuesta de la mejor manera.
Al entrar, a pesar de sus buenas intenciones, se sintió incomoda al encontrarse con una manada de jóvenes mujeres que parecían autómatas. Cubiertas con mini-vestidos, tacones de aguja, con exagerados colores en sus maquillajes. Como si todas hubiesen salido de la misma fabrica, diseñadas por el molde maestro de un creador.
Sus acompañantes se lanzaron casi de inmediato a la pista, a contornear sus caderas al ritmo de la estridente música que las recibió. Ella prefirió quedarse en la barra para lograr ambientarse pidiendo una copa de un trago de colores.
La música no era la idónea para motivarse a bailar, así que ni los tragos la motivaron a acompañar a sus amigas. Prefirió reír de la manera en que bailaban.
No había terminado su segunda copa cuando una tercera ya estaba siendo entregada. Al preguntar, el bartender (barman) le señaló a un caballero sentado en la esquina de la barra, quien al darse cuenta de la situación, se acercó con una sonrisa en los labios.
Diplomáticamente rechazó el trago, agradeciéndole el gesto pero amparándose en que no tomaba whisky.
-Cambiémoslo, entonces – dijo haciéndole señas al barman. – Por favor tráigale a la joven lo mismo que ha estado tomando.
Estuvo a punto de levantarse, pero luego pensó en las razones que la habían llevado a ese bar, se quedó sentada, aceptando también los tragos que vinieron después. 20 minutos después seguían charlando, ante la mirada inquisitiva de sus amigas, quienes mantuvieron distancia para no “dañar el momento”.
Al despedirse, ella aceptó su tarjeta, pero no le dio sus datos, prometiendo contactarle. Las chicas no dejaron de cuestionarle todo el camino de regreso a casa. Ella se limitaba a responder con sonrisas tímidas y “veremos que pasa”.
Subió a su apartamento. Se tiró en el mueble para ver la tarjeta que le habían entregado, cuestionándose sobre qué hacer. Analizando lo transcurrido durante las pasadas horas. Viéndose a sí misma encajando en todo lo anterior. Las piezas no le cuadraban.
Dejó la tarjeta en el buró y se dirigió al baño. Frente al espejo se quitó el disfraz que esa noche había asumido. Eliminó de su rostro el maquillaje, se liberó del top que tanto apretaba y esa falda que siendo tan corta dejaba poco a la imaginación. Luego de la ducha se puso su tshirt XL de la universidad y mientras buscaba sus anteojos volvió a ver la tarjeta.
Se la llevó a la cama junto al bestseller que actualmente abarcaba su tiempo. Luego de reflexionarlo la rompió. No creía que su trabajo en la biblioteca central era lo que ese hombre esperaba de la sexy y desenfrenada chica que había conocido. Sin más decidió regresar a su vida normal, escudándose en imponentes estanterías llenas de libros.
Pregunta ingenua: Sí tan claro tenéis que esa forma de presentarse, es un disfraz ¿por qué os lo ponéis? Y sobre todo ¿Por qué nos lo contáis?
Un saludo.
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Solemos pensar que de mostrar a la primera exactamente como somos no sera lo mas viable, ni aconsejado. Es solo una idea de lo que algunas mujeres dicen. A mi que me aman o me odien a la primera.
Agnyez!
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Me sumo a la pregunta, y sin embargo pienso que no hay disfraz, es imposible hacer de un burro un caballo de carreras.
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Las mujeres por años hemos demostrado ser maestras del disfraz… recuerden que usamos maquillaje.
Agnyez!
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Tengo una amiga, catedrática de historia medieval, que al comenzar su carrera tuvo que, si no afearse, al menos cubrir sus encantos (que no son pocos) para resultar más creíble.
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El estereotipo de que las bellas son tontas nos persigue. A veces las que somos bonitas tenemos que encrudecer nuestro temperamento para que nos respeten como profesionales.
Agnyez!
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Con disfraz o sin disfraz, lo de hacer añicos la tarjeta es común.
Un abrazo.
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Bueeeeno eso depende del interés demostrado. Hay tarjetas que se atesoran como joyas por años.
Agnyez!
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No te digo yo que no!! 🙂
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Por qué a veces llamamos falda a lo que no es más que un cinturón algo ancho? 😉
Lo mejor de vuestros disfraces, querida Agniezka, es cuando os lo quitais poco a poco. Sin prisas… y sin pausas.
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Ufff ya el tono se anda subiendo, al igual que la falda aquella.
😛
Agnyez!
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[…] Mi tarea Mi historia ante una imagen → jun 8 […]
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Reblogueó esto en quince y último.
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Uffff creo que ya debo andar firmando autógrafos.
🙂
Agnyez!
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Mmmmm…El mito de la bibliotecaria…Esconde…Yo creo que hay mujeres que se disfrazan y otras, que no, como todo en la vida.Al final, unos y otros nos quedamos en pelotas y, entonces, ni disfraz ni nada, sólo vale la piel…
Besos Agniezkados.
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Al parecer el disfraz nos sirve de introducción.
Agnyez!
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Reblogueó esto en la koladita.
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Ufff ya ando sonrojandome.
Muchas gracias.
Agnyez!
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Hola, aunque un día tarde te dejo aquí mi relato. Espero que te guste.
Ana
http://aniazulada.wordpress.com/2013/06/10/soy-irresistible/
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Anexado a la lista Ana.
Agnyez!
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Interesante y muy real.
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Algo que las mujeres solemos pasar alguna vez.
Agnyez!
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Como le hubiese gustado a la bibliotecaria que la sedujesen ?….
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Considero que estaba buscando en un lugar inadecuado, o a lo mejor no se dio la oportunidad de conocerlo.
Agnyez!
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Mmmm … sigo pensando que todo es más fácil y pensamos demasiado 😉
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Somos mujeres, somos complicadas.
Agnyez!
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¡Viva la mujer, con disfraz o sin él!
No le demos más vueltas, para nosotros siempre seréis reinas.
Lo demás son tonterías.
Un saludo.
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Benditas seamos, pues.
Agnyez!
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¡Bendita seáis por los siglos de los siglos!
Jesús.
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🙂
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