Si todo hubiese seguido el plan original, las cosas hubieran resultado perfectas. Las semanas anteriores me las pasé secuestrando los libros de cocina de mis amigas. Todo en pos de buscar un menú que siendo sencillo resultase idóneo para esa ocasión. Debo confesar que mis habilidades culinarias se limitaban a seguir las recetas con punto y coma. Nada de sustituir ingredientes ni variar medidas ni porciones.
Pastas en salsa blanca, pollo al horno, vegetales como guarnición, flan de manzanas y vino rosado. Algo sencillo para los conocedores, todo un crucigrama en hebreo para mí.
Creo que el comienzo del fin empezó por dejar las ollas en hervor e irme a bañar. Mientras me duchaba, percibí un extraño olor, entonces corrí, mojada y en toalla a la cocina. El agua donde hervían los vegetales se consumió, casi quemándose. La pasta se pasó de cocción y no eran aceptables al correcto comer. Me armé de valor y me dediqué a separar los vegetales, conservando las partes no quemadas y tirando las demás a la basura.
Descarté la pasta y me enfoque en el pollo… ¿El pollo?… sí la misma ave que seguía congelada en mi nevera. Intenté cortarlo, luego de unos 10 minutos en agua, auxiliándome del cuchillo más filoso (y precisamente el que menos se manejar). De que corté, corté, al provocarme una cortada en el dedo índice de mi mano izquierda. Aún no se si fue la fuerza que le impregné al movimiento o cuando mi cabello cayó en mi rostro imposibilitándome la vista.
Fue cuando en busca de un instante de paz regresé a la habitación a rastrear que ponerme. Estaba a ley de 90 minutos para que el timbre del apartamento sonara. Entre cambios de ropa y de peinados, entre sombras, pinceles, labiales y perfumes. Una hora después me recordé que la cocina me esperaba. Me paré frente a la estufa, fue entonces cuando comprendí que el momento había llegado. Ese momento en que una mujer moderna debe aceptar la derrota y declararse vencida.
Descarté mis intentos de chef en la basura. Limpié los rastros del desastre nuclear que había ocurrido. Y quedándome descalza en un elegante vestido negro de cóctel me senté a esperar a mi invitado. Cuando finalmente el timbre sonó, sólo un cuarto de vino rosado me acompañaba. Le abrí la puerta y le invite a sentarse en la sala de estar. Respiré profundo, fui directa y sincera al hablar: “La cena se ha echado a perder. No hay manera de recuperar absolutamente nada de lo que intenté cocinar. ¿Qué podemos hacer?”.
Por unos segundos no fui capaz de descifrar lo que me decía su rostro, al final sonrió y simplemente dijo “Pidamos comida”. Sugerí comida china o italiana, pero al parecer él tenía en mente algo más norteamericanizado; llamó a una franquicia de comida rápida y pidió pizza. Al preguntar de qué ingredientes, pedí vegetales, a lo que se opuso sugiriendo salchicha italiana, pepperoni y queso extra. Gastamos varios minutos con la operadora en espera, yo defendiendo los vegetales y pensando en las calorías, mientras él se enfocaba en sus carnes y sus carbohidratos.
“Mande dos pizzas grandes de queso y aceitunas negras, pero con mucho queso”, sentencié luego de arrebatarle el teléfono. Descorchamos otra botella mientras esperábamos, tirados en el suelo por nuestra cena.
Esta es la razón de mi predilección por la pizza de mucho queso y aceitunas negras. Marcó el inicio de nuestra relación, porque me sacó de un gran aprieto gastronómico, me recordó que las cosas simples resultan ser las verdaderas. Se que no favorece mi figura y luego de ingerirla suele entrarme un profundo sentimiento de arrepentimiento, pero cada pedazo vale la pena; ya sea por la diversidad de texturas y sabores que me deja en el paladar, por cómo se siente el agrio de las aceitunas al mezclarse con esa exagerada cantidad de queso.
Para comer se necesitan de todos los sentidos, el aroma que desprende esa simple caja de cartón, así como la calentura que emana, caliente que se traduce en la grasa que se queda en mi mano.
Al final mi “cena romántica” terminó de la mejor manera, fue algo extraña, lo admito, pero aprendí que la pizza también puede acompañarse de velas y vino.
Cumpliendo la solicitud expresada desde: Tertulia 12.12.12
¡¡¡Si si si… Me consta que se puede comer pizza con velas, vino y terminar la noche estupendamente!!!
Me ha encantado la entrada y los desastres nucleares en la cocina son muy habituales
Besazo
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Shhh!!! No digas tan fuerte sobre mis desastres en la cocina… que es un secreto mujer!
Agnyez!
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Lo esencial es que haya dos que disfruten el, o los momentos que la vida da. Buen texto, refejas en tu prosa porciones de prisa, desesperación y toquecitos de enojo, y de aceptación. un beso Rub
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Esa es la idea!!! Que bueno que la has captado, que quien me lea experimente conmigo las mismas sensaciones que vivo yo.
Gracias Ruben
Agnyez!
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Si después de estas cenas pizzeras románticas hay un buen postre…… viva la pizza de mucho queso y aceitunas negras.
Un saludo
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Pos pa’ que te digo que no; si, si.
Agnyez!
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Te quedó genial, era un tema complicado el que te tocó, has buscado petróleo en él, llevando el relato al tema de una manera acojonante, felicidades.
Y gracias por haberte unido a la iniciativa claro., besos.
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Que el hombre más romántico de todos los blogs alojados en wordpress dirija a mi tan elogiantes palabras me honra.
Gracias querido Dessjuest. 🙂
Posdata: No olvides apuntar a la próxima versión.
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De momento no hay fecha, pero te apuntaré 😀
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Gracias. Eso quiere decir que aprobé la prueba. 🙂
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Pues si de esa forma terminan los desastres que eventualmente pueden ocurrir en una cocina… No queda más que decir que: Viva la pizza… Con muuuucho queso y abundantes aceitunas….
Excelente!!!!
Besos,
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Esta ya pasó a mi bando. jijijiji Gracias.
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😉
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Muy bueno, además me abrió las ganas de pizza, vinito, velada con velas, y postre….
Y si es necesario se utilizan las aceitunas para el romanticismo propuesto por Dess. ja, ja.
Un beso.
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Ufff… nada que decir…
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A mí me hubiera bastado con que te quedaras en la cocina recien salida de la ducha y con la toalla. Tú serías, aperitivo, cena y postre. Llámame romántico, estoy aprendiendo de Dess. 😉
Y ahora en broma: buena defensa de un tema complicado.
Un saludo.
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Hombre pon el freno que vas a mil… No es idóneo que a la primera visita le brinde el menú completo… Entonces cuando vuelva, ¿que le ofrezco?….
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No te preocupes. Gasto casi toda la pólvora en salvas. Pero qué quieres, yo leo que una mujer sale de la ducha, mojada y envuelta en una toalla y es como me gustan que me envuelvan los regalos. Ya te he dicho que soy un romántico de inspiración Dessjuestiana.
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Y asi le hago escena de celos a Miguel desde aquí, como que no vale ¿no?
Está bien, me lo merezco
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Upsss cómo que me he encontrado en medio de un idilio que desconocía. Yo sólo sé que no se nada.
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Je je ahora sólo te falta aprender a hacer la pizza.
Mira, para una cena romántica está contraindicado pasarse horas en la cocina porque aunque todo salga bien, cuando llega el príncipe una está hecha unos zorros, así que ensaladas, cosas para picar y por supuesto pizza con muuuuuucho queso. Añade un buen vino, las velas, música y ponerse guapísima por fuera y por dentro y éxito garantizado.
Besos
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Me siento dichosa de tener tantos nuevos lectores… Especialmente si reconocen junto a mi el valor de la pizza de aceitunas con exceso de queso. jijijiji
Bienvenida sea, espero que dure mucho tiempo leyendo las cosas que escribo.
Agnyez!
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Buenas tardes! Pasaba por aqui y me preguntaba si quedaria algo de pizza pero ya veo que no. En buena compañia cualquier pizza es mejor pero como tu la describes… increible. Sigo la ronda de conterttulios. Saludos.
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Ufff…. prometo avisarle con más tiempo en la próxima ocasión.
Afectos.
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[…] Pizza con mucho queso y aceitunas, contra pizza con el queso justo y sin aceitunas. https://agniezkas.wordpress.com/2012/12/12/cambio-de-planes/ […]
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Me gustó mucho, muy buen relato…
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Me alegra muchísimo que le haya gustado. Gracias.
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Sabes que tengo el cuento pronto y me olvidé de subirlo, porque quedaron en contestarme sobre el título. Al entrar tú en mi Blog y leer el tuyo veo que se puede elegir.
Creo que llegué tarde.
Buena tu resolución del tema.
Hasta pronto.
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Bueeeno como nadie me estableció parámetros sólo le di rienda suelta a mi creatividad… y esto es lo que saqué del horno… y al probarlo me gustó.
Me alegra que te haya gustado. Espero con ansias poder leer tu relato. Aunque dudo que puedas convencerme de que cambie mi predilección por la pizza de mucho queso y aceitunas.
Bienvenida.
Agnyez!
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Y es que no hay como una buena pizza y unas velitas queda muy romántico.
Un beso.
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Y eso ha quedado demostrado.
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…siempre podrás decir que al final fue un plan «redondo»!
Saludos.
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Aunque no fue el plan original… Las cosas terminaron bien.
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Lo importante.. el vino rosado.. y lo de menos.. lo que se cene… me encantó la historia alrededor de una pizza con queso y aceitunas. 🙂
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Por momentos pensé que no lo lograría. Curiosamente una amiga bloguera fue la que encaminó mi sendero.
Agnyez
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Cuanta gente guapa veo por aquí, me apetece un trocito me das?
Saludos agniezka
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Has llegado tarde… Ya se acabó la pizza. 😦
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No importa si me dejas volveré claro
saludos guapa
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En que gancho has caído… Este blog asume el mismo eslogan de una de las provincias de mi país: «Entra sí quieres, sal sí puedes»….
¿Alguna explicación extra? O me entendiste a la perfección.
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[…] Mi tertulia: Cambio de Planes […]
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