He pasado varios días pensando en la facilidad con la que juzgamos a quienes nos rodean… Es tan fácil decir «estuvo mal, debiste de….» pero pocas veces nos mordemos la lengua y pensamos un poco en la razón que llevó a ese alguien a actuar de esa manera.
Decimos sentir empatía y simpatía por quienes nos acompañan, pero realmente pocas veces nos ponemos en su mismo lugar. A lo mejor salió de casa tarde, encontró un neumático vacío, se quedó atascado en el transito, para colmo el superior solicita un informe complicado con urgencia, mientras al PC esta en el taller.
A lo mejor se están acumulando las cuotas del pago de la tarjeta de crédito y aún no se sabe de donde vendrá el dinero para saldarla.
Y donde me desenvuelvo la situación es fácil de encontrar. Madres que juzgan a sus hijas, padres que encasillan a sus hijos, jefes que no entienden, parejas que no escuchan. ¿Qué es lo que pasa?
Por qué resulta tan difícil ponerse en el lugar del otro, en tratar de entender. De donde viene ese afán de que los demás justifiquen su accionar. Sólo nos toca por ocasiones callar. No hablar, si pondremos las palabras en tela de juicio.
Esperar a que baje la marea, dar tiempo a que se diluya la niebla… de hacerlo veremos que en todas las situaciones hay un mar de fondo.
Porque siempre es más fácil opinar de los otros que arreglar los problemas de uno mismo… y porque nos gusta pontificar.
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El detalle en que nos creemos conocedores de todos los temas pero incapaces de aplicar lo que profesamos.
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¿Será innato en el ser humano ser un «Bocas» y ver «pjas ajenas pero ocultarnos nuestras vigas»?. Me temo que sí. Nos sale antes eso. Tener empatía real, cuesta, es un ejercicio de querer, de voluntad. La crítica parece que sale sola. La educación recibida también cuenta claro, hay familias más propensas que otras al ataque y a la ridiculización de los hijos y eso luego se mamá, se enquista y se repite. ¡Qué de anécdotas podría contarte personales!. Mi madre es especialista. Luego nos defiende a dientes delante de otros, cacarea e inventa maravillas de sus retoños pero en el «tú a tú» ni sé los «epítetos» que he tenido a lo largo de mi vida. ¡Y eso que sé que nos quiere pero…!- Y lo mismo sucede en mi entorno. Impera la crítica al halago. De hecho, nos acostumbramos tanto que luego, cuando alguien nos dice lo mucho que le gusta nuestro nuevo peinado, el pantalón que nos sienta bien, etc., al menos a mí, me cuesta más encajarlo que si me criticase o sugeriese algo.
Un beso lioso y en huelga (¡no sé que hago escribiendo ahora que caigo, había dicho que hoy haría brazos caídos hasta de blogs!)
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Bueno linda… ese cuento se lo inventas a otra… zas dizque huelga de brazos caídos en los blogs… Eso aquí nadie te cree ni te acepta eso… Ubícate.
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Es así… Lamentablemente existe una gran facilidad en juzgar las cosas que sólo vemos a distancia, sobre todo cuando las mismas no son de nuestra incumbencia, y no nos afectan en lo absoluto… Es sencillo sentarse a desplegar toda una lista de las cosas que creemos que están mal o bien… Es una delicia para muchos de nosotros opinar y no parar de hablar de cosas que simplemente y sin importar lo de acuerdo o no que estemos con ellas, debemos respetar.
Excelente post!!!
Besitos 😉
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Es como dices, es un asunto de respetar… y por ende aprender a mordernos la lengua y no opinar.
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